Médico pediatra
Miembro de la SEB
Bogotá, 26 de abril del año dos mil once
En el año de 1982, se da a conocer al público, un documento emanado del seno de la Federación Internacional de Universidades Católicas F.I.U.C., del cual, Pedro Watté, autor del libro “La ética ante la tecnología”, resume el trabajo de reflexión realizado en el transcurso de algunos años, por los representantes de 160 instituciones universitarias del mundo, sobre lo que el autor denomina “Nacimiento de una temática”, una obra que considera fundamental al detenerse a reflexionar sobre la función de la Ética frente a la tecnología, concebida como una opción dentro del campo de la enseñanza universitaria.
La redención misma de la materia original del pensamiento frente al comportamiento humano, desde los periodos de Aristóteles o Spinoza, luego de que estamos atravesando medio siglo de apremiante y ciega contemporaneidad en el manejo de esta temática, de manera precisa y lapidaria, en el documento “Problemática de la población”, publicado por el Centro de la Investigación Interdisciplinaria, en el año de 1978, citado por Pedro Watté, se nos advierte: “La realidad de una población mundializada está encubierta por organizaciones sociales nacionales que tienden a destruirlo todo a lo largo de un planeta en donde el derecho de vivir se mide por el derecho de matar”
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El amplio desarrollo de la tecnología ha llegado, como consecuencia, a llevar al límite de convertir el ser humano en objeto de manipulación técnica, pieza depreciable de un mercado incontrolable, incautando su dignidad, llevándolo a las esferas de mayor denigración y alienación.
Más aun, el progreso tecnológico ha aumentado la potencialidad y especificidad de las armas y los nuevos medios de propaganda y manipulación de las conciencias; éstas se han perfeccionado de manera exponencial en comparación a las dificultades y obstáculos que se presentan ante quienes proponemos un respeto al ser humano y anteponemos una ética primordial para conservar la vida.
El desarrollo tecnológico aturdidor ocurrido desde la segunda mitad del siglo XX, cuyo ejemplo macabro es el Proyecto Manhattan, nombre en clave de un proyecto de investigación llevado a cabo durante la Segunda Guerra Mundial por los Estados Unidos con ayuda parcial del Reino Unido y Canadá, cuyo objetivo final era el desarrollo de la primera bomba atómica, y cuyo equipo agrupó a una gran cantidad de eminencias científicas (física, química, ciencias informáticas), dio como resultado aquellos verdaderos holocaustos ocurridos en la mitad del siglo XX, con impactos nocivos detectados hasta estos días, en las regiones llamadas Hiroshima o Nagasaky…
La investigación científica fue dirigida por el físico Julius Robert Oppenheimer con apoyo logístico en aspectos de seguridad y operaciones militares. El proyecto se llevó a cabo en numerosos centros de investigación siendo el más importante de ellos el Distrito de Ingeniería Manhattan situado en el conocido actualmente como Laboratorio Nacional Los Álamos. Inmediatamente después se desarrollarían las nanotecnologías y el desarrollo ilimitado de armas letales…
A los científicos e ingenieros se les planteó la tarea de aumentar el poder explosivo y destructivo de los proyectiles de artillería y tanques, así como de las bombas de aviación. La «invención» fue recubrirlos con uranio empobrecido, residuo de sus plantas electronucleares (basura radioactiva).
El manejo político y financiero del boom atómico, el éxito del sistema de acumulación y producción de capitales es espectacular en la década de los años 60 en los EE UU, y permite planificar el equipamiento en energía nuclear de ese país, y suministrar al resto del mundo, durante largo tiempo, centrales y combustibles nucleares, casi sin competencia, acompañada de una posición dominante en la venta de armas.
Sobre Afganistán, Irak o Yugoslavia las tropas de los Estados Unidos lanzaron cientos de toneladas de estos destructivos proyectiles; la «MOAB»(Munición Masiva de Efecto Expansivo) bautizada «Mother of all bombs» de un poder equivalente 9.500 Kg de explosivos, con capacidad de esparcir proyectiles hijos y arrasar grandes áreas de edificaciones o campos.
El polvo de óxido de uranio que se libera como resultado de la detonación, es toxico y radioactivo. Envenena el medio ambiente de forma duradera (se calcula que su efecto dañino se eliminará después de 4000 a 5000 años) y produce numerosos muertos por leucemia y otros tipos de cáncer, así como malformaciones congénitas, no solo en la población sino también entre los soldados participantes.
El hito tecnológico se asegura por el manejo del átomo y el espacio, las potencias militares mundiales se hacen devoradoras de cerebros con capacidad de innovación. Los súper ordenadores deben estar concebidos para programar los vuelos espaciales (Apolo). El viaje a la luna costaría 30 mil millones de dólares, 20.000 empresas fueron movilizadas y pagadas por la NASA que exige innovaciones en cibernética, robótica y telemática. Los satélites permiten multiplicar de manera inaudita la transmisión de mensajes telefónicos.
El poder tecnológico es posible gracias a una acumulación formidable de capitales. La tecnología favorece la apropiación de las plusvalías por parte de grupos restringidos con lo que aumenta la desigualdad reinante.
La constitución de multinacionales permite la inversión en todos los países, abaratar la mano de obra y acrecentar la producción.
En la esfera del ser humano el clonaje terapéutico es una técnica de implantación nuclear, su objetivo es producir artificialmente un ser humano, con la intención de disponer, luego de cierto plazo, productos del cuerpo humano (células, medula ósea, tejidos) con el fin de utilizar en otros seres humanos. Se promueven técnicas irrespetuosas del ser humano pero con resultados improbables. Clonar los cuerpos ¿clonar el espíritu?
La tecnología aumenta sin cesar la distintividad de las armas modernas, y mediante los nuevos medios de propaganda manipula las conciencias.
La tecnología suscita en las personas un estilo de vida centrada en el consumo. Está situada fundamentalmente en las ciudades y ocasiona una urbanización creciente a expensas del campo. Ciudades embarradas de mugre, en las que los desechos y excrementos pululan y viajan en herranza, sin encontrar descanso.
Ciudades de aspecto y vivencia infernal, cuya metáfora genial la expresa Astor Piazzola en su composición “balada de un loco” “… ciudades cadáveres de pie,… ciudades al polvo volverán…”
La agroindustria ha tecnificado la producción de alimentos al punto de convertirlos en materia tóxica y epidemiológicamente nocivos para la salud humana. Pronto, no quedará más sobre la superficie de la tierra que islas de producción agrícola artificial y desiertos de cemento abarrotados de automóviles y maquinillas que constituirán la vestimenta de los humanos.
Aumenta día a día el control sobre la naturaleza, destruyéndola; se magnifica la manipulación arbitraria sobre el ser humano, degradándole al límite de eliminar su capacidad de contestación.
Las universidades, en el campo académico, deben hacer percibir a los estudiantes el carácter intolerable de la situación actual. Sobre el contexto social de la tecnología las universidades deben proponer un camino radicalmente diferente.
No se puede mantener la producción de cerebros concebidos para la destrucción de la naturaleza, que incluye, indefectiblemente, al ser humano…
No es por ningún concepto honesto, reproducir en zonas vírgenes de tecnología, los mismos errores provocados por la tecnología en zonas ya desgastadas por la misma, con la razón y el único fin como estandarte, de mostrar un crecimiento económico, que en la recta final de los análisis numéricos, ese paisaje maquillado de “crecimiento” demuestra pérdidas ingentes de valores materiales y espirituales. La fundamentación “caritativa” de borrar la brecha tecnológica entre los pueblos, es una argumentación falsa, favorecedora del mercado de productos de obsolescencia.
Así afirma el autor R.D. Laing, citado por el mismo Watté: “Hoy nadie puede comenzar a pensar, a sentir, a actuar de otra manera si no es a partir de su propia alienación” Se ha perdido, entonces, la causa del hombre, se ha perdida su máximo valor espiritual, se ha perdido la dignidad.
En una sociedad global que lleva a todos los sectores y miembros de esta sociedad hacia una civilización común, en donde las especificidades culturales van desapareciendo, la inventividad y la creación disminuyen y se atrofian de modo imperceptible debido a la programación establecida y a las normas impuestas por el efecto demoledor de la tecnología. La autonomía de la persona humana se va perdiendo en el maremágnum de lo efímero y la estandarización.
Ante este deslave apabullante de ondas electromagnéticas, de partículas imperceptibles que invaden nuestros cerebros, de neonatos incautados en su capacidad de pensamiento, de masas enceguecidas y dromo-contaminadas en la esfera de la prisión temporal de una esperanza ilusa.
Ante esta horca fenomenal, los poetas, los visionarios de la palabra liberadora, quienes horadamos el espíritu de lo intangible y danzamos con las almas voluptuosas de la canción creativa y cierta, quienes enrumbamos y dirigimos el verso liberador al alter ego, los que a cambio de nada buscan solidarizarse con el otro, quienes sufrientes pueden dar felicidad a los demás, a la inmensa mayoría, haciendo eco al poeta español Blas de Otero, quienes vivimos por hermosear la vida… y sembramos árboles y besamos las flores con inmolada pasión, y damos paz en los campos de batalla, y de hinojos ante el herido, curamos sus llagas…
Pues, ante la desesperanza de la especie humana, ante el obscurantismo tecnológico y la confusión enmudecedora, nuestra tarea, poetas, es desterrar esos silencios y esas nimias ambiciones, nuestra tarea es no callar, debemos resistir, nunca vamos a someter nuestra vida al avance de la muerte…. “Estáis muertos./ Qué extraña manera de estarse muertos./ Quienquiera diría no lo estáis./pero, en verdad, estáis muertos.” (César Vallejo. LXXV. Trilce)
Quito ricardo.irtgvs gmail.com